Uno de los episodios más tristes de la vida de David fue
el pecado de adulterio y homicidio que cometió mientras era rey de Israel. Su
gobierno, que hasta ese momento gozaba de una creciente prosperidad, había
comenzado una guerra contra los amonitas, pero el rey, en vez de acompañar a su
ejército, decidió quedarse en Jerusalén.
Luego
de haber dormido una siesta, David se encontraba ocioso y sin mucho que hacer,
y al pasear por la terraza de su palacio, vio a Betsabé, “la cual era muy
hermosa”, “que se estaba bañando”. Seducido por su belleza, envió mensajeros
para que la trajeran al palacio, y allí tuvo relaciones con ella. Al saber
luego que estaba encinta, intento que su esposo pasara la noche con Betsabé
para que el asunto no se supiera, pero como este se negó, ordenó que lo abandonaran
en el campo de batalla.
Este
incidente nunca se hubiera sabido sin la intervención divina, ya que el profeta
Natán denuncio el pecado de David y la sentencia que provino de Dios. A modo de
ejemplo, las Escrituras narran la historia para que los cristianos nos cuidemos
de no caer en el mismo error que cayó el rey israelita.
En
nuestros días predominan los medios visuales. Se ha hecho culto a la imagen, y
la televisión, el cine, Internet, las cámaras ocultas y hasta los teléfonos
celulares transmiten imágenes para los que desean ver. Los medios de
comunicación usados por Satanás se prestan para compartir imágenes que deforman
y destruyen la inocencia de quienes se aventurar a mirar. “Pulsando el control
remoto, tendidos en el sofá, se ven novelas y series llenas de conflictos y
dramas inimaginables; se puede ingresar a la alcoba de una pareja para observar
su vida íntima, viajar por el espacio en una nave del siglo XXI, ver las cosas
más insólitas y exóticas, con la vivida sensación de lo real”
Este capítulo triste que vivió David nunca hubiera
ocurrido si él no hubiera “visto”. El hecho de mirar a una mujer que no era su
esposa le acarreo consecuencias que lamento durante el resto de su vida.
También hoy existen miradas asesinas, miradas que arruinan, que manchan y
destruyen la vida espiritual de quien las da. Por eso, para resistir la
tentación de mirar lo prohibido, acude al Señor del cielo que está siempre
presto para rescatar del pecado al más humilde de sus hijos.
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